Tenia 14 años y un amigo de mi hermana, una noche, se puso a tocar la guitarra. Recuerdo que quede fascinado. Súbitamente sentí ambición y me imaginé tocando. Allí creo que empieza sutilmente el anhelo de hacer música.

Recién 1 año después comenzamos con un amigo a tocar un poco la guitarra con cancioneros de los Beatles y ACDC.
El gusto por leer, sobre todo libros de filosofía, tomo protagonismo junto con la música. La necesidad de comunicar mis ideas, anhelos y las ganas de hacer mis propias canciones fueron el inicio.

Con 21 años me instale en Uruguay y desde ese entonces, con pequeñas excepciones, la música ha sido mi fuente de vida en todo sentido. Pese a no tener reconocimiento, desde un primer momento, la posibilidad de cantar en los ómnibus me permitió vivir de forma independiente cantando mis canciones. Durante 13 años cante en los ómnibus. Siempre supe que era algo transitorio, aunque por momentos parecía “transitorio para siempre”.
Básicamente con pasión y más allá de cientos de reveses, pude ir en mi dirección guiado por el sentimiento. Puedo saber hoy que mi música vuela, así como las palabras, porque llevan por dentro el fuego de mi propia sed.

Me siento siempre agradecido. Camine hasta acá, me quedo con eso. Mi vida esta regada por lo vertiginoso. Así ha sido siempre. Me gusta andar e imaginar.
He padecido las calamidades propias de quien se deja llevar por su convicción, como así también he vivido el privilegio que resulta de esta misma condición. Perseguir mi propia imaginación es lo más valioso que he conseguido. Mi sentirme contenido por la vida toda es mi amuleto.